“Cultivar es más difícil que ser médico”

20/08/2012

José Martí, de 70 años, levantó en 1969 La Peira, la primera granja ecológica de la Comunidad Valenciana. Desde esta atalaya en Benifaió resistió incólume las tentaciones del ladrillo y observa esperanzado la llegada de jóvenes a cultivar las tierras "El campo tiene futuro", insiste.

Pregunta. ¿Cómo empezó todo?

Respuesta. Tras acabar mis estudios de ingeniería agrícola y concienciarme del lamentable estado de la tierra, afectada por el abonado químico y la contaminación de los acuíferos por los nitratos. Animado por un movimiento entonces incipiente en EE UU, que defendía utilizar sustancias naturales —plantas, basuras, podas— para abonar los campos, decidí poner en práctica mis ideas.

P. ¿Cómo encajó la sociedad de los 70 sus prácticas ecológicas?

R. Mi forma de concebir la agricultura se adaptaba a lo que nos enseñaban entonces en clase con técnicas como ahuyentar las plagas con tierra caliente. Con el tiempo y la irrupción de la química, todo se salió de madre. Se rompió el equilibrio. Hasta hoy.

P. ¿Por qué las explotaciones ecológicas valencianas sólo representan el 2% en España?

R. No lo sé. Quizá porque las cooperativas han apostado poco por este sector, que en Andalucía y Cataluña se ha desarrollado mucho.

P. Los jóvenes regresan a la tierra, ¿qué le parece?

R. Muy bien. El campo necesita rejuvenecerse, dar oportunidades a las nuevas generaciones. Los jóvenes que llegan a las tierras tras la crisis quieren ganar dinero. Y el fin primordial de la agricultura ecológica es poder vivir, no conseguir beneficios. Los que nos dedicamos a esto no sabemos ni queremos hacer otra cosa. Si el resto de agricultores pudiesen vivir como nosotros, lo harían. El problema es que el hombre del campo siempre ha estado mal. Dicen que los agricultores no sufrimos la crisis. Quizá no notamos tanto sus efectos porque siempre hemos estado mal.

P. ¿El campo tiene futuro?

R. Eso mismo me preguntaron hace unos años en una charla en el Colegio de Ingenieros Agrícolas, a lo que respondí que el valor más alto del mundo es la tierra. Casi me echan. Pienso lo mismo. La tierra es lo único que ofrece rentabilidad. Solo falta que los agricultores nos demos cuenta.

P. Los constructores también pensaban hasta 2008 que la tierra era lo más valioso del mundo…

R. (Ríe). Sí, pero no se referían a eso. Así nos ha ido [con la fiebre urbanística]. Deberíamos preguntarnos: ¿Qué valor tienen los edificios?, ¿Y los solares? Ese ha sido el engaño, la mentira global. La sociedad tendría que saber que cultivar las tierras es más difícil que ser médico. El campo necesita gente buena y preparada, que no hay. Por desgracia.

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