"Me siento impotente. No podemos atajar solos la prostitución"

25/06/2012

Cinco minutos de recorrido en coche por La Jonquera (Girona) bastan para entender la impotencia que siente su alcaldesa ante el fenómeno de la prostitución. Bajo los puentes, en las rotondas, en los aparcamientos de camiones destacan los cuerpos semidesnudos de las mujeres que intentan atraer a los conductores. En un día pueden llegar a ganar 300 euros, pero también ocurre que se van sin nada. Llueva, nieve o bajo un sol castigador, las prostitutas forman parte de la vida de este pueblo fronterizo de 3.000 habitantes. Siempre ha sido un supermercado de Francia. Ahora lo es también para el sexo de pago.

La Jonquera, a su pesar, se ha hecho famosa por la prostitución. La competencia es feroz: en el pueblo conviven las prostitutas de carretera con las que ejercen en el Paradise, un macroprostíbulo, cuyo dueño ha sido condenado a tres años de cárcel por transportar ilegalmente a mujeres desde Brasil para prostituirse. La lucha contra el fenómeno a nivel municipal la dirigen dos mujeres, ella y la jefa de la Policía Local, Lluisa Santos.

En una rotonda, dos chicas rumanas intentaban llamar la atención de los conductores hace poco más de una semana. Martínez (La Jonquera, 1973) se acercó para hablar con ellas. Mientras una se alejaba, la otra, rumana de 25 años, rompió a llorar al ver al fotógrafo. “¡Mi familia no sabe lo que hago aquí!”.

—¿Sabes que tu trabajo es peligroso y que nosotros te podemos ayudar desde el Ayuntamiento?, le preguntó Martínez.

—Tengo una amiga, me ayuda si hay problemas.

—¿Nadie te obliga a estar aquí?

—No. Lo hago porque quiero.

Pero el móvil de Silutza no paró de sonar mientras la alcaldesa hablaba con ella. Era un hombre que observaba la escena desde la terraza de un bar situado a escasos metros. “Es mi amigo”, dijo la mujer. “Desde ahí las vigilan. Se pasan todo el día en el bar y jugando a las tragaperras”, explicó Martínez. El cuerpo de Silutza está quemado por el sol. Sobre una piedra, ella y su compañera apoyan el bolso, un espejo y un peine. Sus traseros están al descubierto y su escasa ropa es de color chillón y aspecto barato.

—¿Cuántas horas trabajáis?

—Unas ocho, desde las doce de la mañana hasta las ocho de la tarde. Soy libre y me voy cuando quiero.

De pronto corta la conversación y vuelve al trabajo. Martínez pone cara de resignación. “Siempre que hablamos con ellas es lo mismo. No se dejan ayudar”.

Pregunta. ¿Cuándo se convirtió La Jonquera en un foco de prostitución?

Respuesta. Desde hace unos años, cada vez hay más mujeres en la carretera. En 2010 abrió el Paradise, que tiene unas 90 habitaciones. ¡Vienen clientes franceses que hacen horas de camino para llegar! Muchos son jóvenes de 18 o 20 años que no deberían tener problemas para mantener relaciones. En Francia están muy preocupados por este fenómeno.

P. Ustedes estaban en contra de la apertura del Paradise, cuyo dueño ya estaba imputado en dos causas cuando solicitó la licencia.

R. Sí. Nadie en el pueblo lo quería. Les denegamos la licencia pero el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña nos obligó a dársela. ¿Cómo se puede dar una licencia de un prostíbulo a una persona que tiene causas pendientes? Yo creo que cada municipio debe poder decidir y nosotros no queríamos el Paradise aquí.

P. Algunos argumentan que un establecimiento de esas dimensiones proporciona grandes ingresos al pueblo.

R. No en nuestro caso. Pagan lo mismo en impuestos que cualquier otro establecimiento y tienen sus propios proveedores. Es verdad que las prostitutas utilizan las peluquerías y los centros de estética, pero no es eso de lo que vive La Jonquera. Ni siquiera es cierto que compren los preservativos en la farmacia del pueblo.

P. ¿Cuántas mujeres se prostituyen en la carretera?

R. Hay varias decenas. Hace unos meses realizamos un muestreo con 41 de ellas. La mayoría son rumanas, pero también identificamos a cuatro búlgaras, tres senegalesas y cinco nigerianas. Todas dijeron que ejercen de forma libre y voluntaria y algunas, además de prostituirse, también trabajan como empleadas domésticas o cuidando ancianos.

P. ¿Qué han hecho para intentar poner freno al fenómeno?

R. Hace cuatro años aprobamos una ordenanza de convivencia que sancionaba a prostitutas y clientes. El resultado es que colapsamos los servicios administrativos del Ayuntamiento y a la Policía Local, que tenía que destinar todos sus efectivos a hacer cumplir esta ordenanza.

P. ¿Por qué no ha tenido el efecto deseado?

R. La ordenanza sigue en vigor, pero nosotros no podemos solos. Hemos puesto 500 multas, todas a ciudadanos franceses. Solo medio centenar las pagaron en el momento por miedo a que les llegase a casa la multa. Los Ayuntamientos no tenemos suficientes recursos, deben colaborar todas las Administraciones. No entiendo que se nos deje a nosotros el problema. Me siento impotente.

P. ¿Alguna prostituta ha denunciado su situación?

R. Una, después de que le pusiéramos una multa. Vino andando una noche desde Figueres y dijo que ejercía obligada.

P. ¿Qué habría que hacer?

R. Creo que hay que diferenciar entre prostitución en la vía pública, la cual hay que erradicar, y la que se ejerce en locales. En la vía pública hay que prohibirla por la vía penal. Y no solo porque da mala imagen, sino porque debemos preservar la dignidad de la mujer y su seguridad. Cuando se suben a un coche, no podemos controlar quién va dentro.

P. ¿Y en los llamados locales de pública concurrencia?

R. Se deberían aprobar leyes más estrictas que garanticen que las mujeres no ejercen obligadas y controlar que trabajan en un ambiente seguro. Las prostitutas deberían poder cotizar a la Seguridad Social. Se trata de un negocio que mueve mucho dinero negro.

P. ¿Servirá de algo la iniciativa de la Generalitat de multar a prostitutas y clientes a través de la normativa de carreteras?

R. Cualquier implicación del resto de Administraciones, con más recursos que nosotros, es positiva. En La Jonquera se han producido cinco accidentes de camiones en los últimos dos años por distracciones de los conductores al volverse a mirar a las mujeres.

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