La idea sencilla de que la evolución en general, y la humana en particular, es una cadena de especies que se suceden una tras otra, es claramente incorrecta. La ciencia, los fósiles de los seres del pasado que se van encontrando, lo desmienten. En realidad, la evolución se parece más a un árbol y, a menudo, es difícil desentrañar la maraña de ramas. El último descubrimiento de fósiles del entorno de nuestros antepasados aclara el panorama precisamente de hace unos dos millones de años, cuando surge el género Homo, pero haciéndolas más complicadas que la tradicional sucesión lineal de especies. El hallazgo se concreta en tres fósiles de hace entre 1,7 y 1,95 millones de años encontrados en el norte de Kenia por el equipo que dirige una de las más famosas y respetadas paleoantropólogas del mundo: Meave Leakey.
La conclusión la resume ella misma: “Dos especies del género homo, el nuestro, convivieron con nuestro antepasado directo, el Homo erectus, hace casi dos millones de años”. La biodiversidad era una realidad en los inicios de nuestro linaje, hace en torno a dos millones de años.
Los nuevos fósiles son un esqueleto facial y una mandíbula inferior, ambos bien conservados, y otra mandíbula pero fragmentada, que se presentan hoy en la revista Nature. Fueron hallados entre 2007 y 2009 en Koobi Fora, cerca del lago Turkana en el Norte de Kenia. Es una región riquísima en fósiles de homínidos y la líder del equipo, Meave Lekey, es la científica ahora más destacada de la saga familiar de los famosos Louise y Mary Leakey, que fueron los pioneros de la búsqueda de los ancestros humanos en África.
Entre los primeros homínidos que, a diferencia de otros primates, eran claramente bípedos, hace unos cuatro millones de años, y el Homo sapiens, que emerge hace 200.000 años más o menos, hay numerosas ramificaciones, muchas especies emparentadas extinguidas, callejones evolutivos sin salida... Los paleontólogos, poco a poco, buscando y estudiando fósiles, van reconstruyendo el árbol en que se inscribe la historia del hombre. Esta última investigación de Leakey se refiere a un tramo central de esa larga historia de cuatro millones de años.
Para comprender el hallazgo los científicos se remontan a un cráneo casi completo descubierto en 1972 y denominado 1470. Exhibe un rostro plano y alargado con una capacidad craneal considerable. Pero le faltan los dientes y la mandíbula, lo que dificultaba hasta ahora su identificación como especie, porque bien podría corresponder a un ejemplar macho de la denominada (Homo habilis), de menor tamaño corporal y más grácil, o tratarse de una especie diferente. La duda es muy importante en este caso porque, por su antigüedad, hace unos dos millones de años, el cráneo se sitúa justo en la base del linaje humano, más o menos cuando aparece en la historia evolutiva el ya menos primitivo homo erectus, que es claramente un antepasado del Homo sapiens.
Los científicos atribuyen las tres piezas que presentan en Nature a la misma especie que la del cráneo 1470. “Y es significativo que se han encontrado en un radio de 10 kilómetros del lugar donde se halló aquel fósil”, recalcan los investigadores. “Los nuevos fósiles nos dicen, por primera vez, cómo serían los dientes y la mandíbula del 1470 y nos permite separar la colección de fósiles que no son de H.erectus en dos grupos con características claramente diferenciadas”, añade Leakey.
El especialista Bernard Wood aclara en Nature el panorama resultante en este intricado ramaje del árbol evolutivo: el H. Habilis es una especie diferente del H. Rudolfensis (el cráneo 1470 más los nuevos fósiles), y ambas muestran rasgos más primitivos que el H. erectus. Pero para Wood no está claro aún cuál de las dos primeras sería la especie ancestral de la tercera. Incluso señala la hipótesis de que no fuera ni la una ni la otra, y que tanto H.Habilis como H.Rudolfensis resultaran pertenecer a un linaje diferente del ancestral del Homo sapiens.
Muy prudentemente, Leakey y sus colegas se limitan a escribir que “los nuevos fósiles confirman la presencia de dos especies contemporáneas del género Homo primitivo, además del H. Erectus, en África oriental durante el pleistoceno”.
Seguramente los esquemas actuales de la evolución humana se verán en el futuro como claramente simplistas, dice Wood. Pero algunas cosas van quedando claras: “En el origen del género Homo había mucha más diversidad de lo que algunos pensaban, algo que, sin embargo, sabemos que es habitual en la evolución de otros animales”, resume el paleontólogo Ignacio Martínez. “Nuestra evolución, una vez más, no es nada especial”.