Un viaje más allá del Sistema Solar

24/08/2012

Tras recorrer 18.000 millones de kilómetros, una, y 14.700 millones la otra, las dos naves espaciales gemelas Voyager están a punto de abandonar el Sistema Solar, de salir de la zona de influencia de nuestra estrella y adentrarse en el medio interestelar. Serán las primeras naves espaciales —operativas— que se aventuren más allá de esa frontera. Partieron de la Tierra en 1977 para explorar los planetas gigantes Júpiter y Saturno en cinco años. Pero siguen funcionando mucho después, varios de sus instrumentos científicos están operativos y se comunican con la Tierra regularmente. Eso sí, sus radioseñales tardan en ir y volver al Sol 33 horas y 40 minutos (la Voyager 1) y 27 horas y 22 minutos (la Voyager 2) viajando a la velocidad de la luz, por lo que están a casi 17 y casi 14 horas luz, respectivamente, de aquí. Para hacerse una idea de lo lejos que están: las señales que envía ahora el robot Curiosity desde Marte, que parece un mundo tan distante, alcanzan las antenas terrestres 14 minutos después de ser emitidas. Eso sí, la estrella más cercana al Sol, Próxima Centauri, está a algo más de cuatro años luz. Hay mucho espacio vacío ahí fuera.

“Incluso después de 35 años, nuestras resistentes naves Voyager están a punto de hacer nuevos descubrimientos y estamos impacientes, esperando la señal de que han salido al espacio interestelar”, explica el jefe científico de la misión, el veterano Edward Stone, con ocasión del aniversario de la partida de estas históricas naves exploradoras de la NASA.

Las dos naves se lanzaron en el verano 1977 (el 20 de agosto la Voyager 2 y el 5 de septiembre la Voyager 1) y su objetivo inicial era acercarse a los planetas Júpiter y Saturno, sobrevolándolos. Pero una vez cumplida esa misión, y con la decena de instrumentos científicos a bordo funcionando perfectamente, la NASA decidió seguir adelante y aprovechar una trayectoria orbital que permitió a la nave 2 acercarse a Urano (1986) y a Neptuno (1989). El viaje se llamó el Grand Tour espacial y costó 900 millones de dólares (720 millones de euros).

“Las dos naves están en muy buena forma para haber volado por el peligroso entorno de radiación de Júpiter y soportar tanto frío al alejarse tanto del Sol”, señala la actual jefa de la misión Suzanne Dodd, del Jet Propulsion Laboratory (California). El pasado 13 de agosto, la Voyager 2 se convirtió en la nave espacial operativa con más tiempo de funcionamiento, aunque algunos instrumentos se han apagado.

No se sabe con precisión donde está la frontera del Sistema Solar, la heliopausa, el límite de la heliosfera, que es como una burbuja de influencia del Sol, de su campo magnético y del flujo de partículas llamado viento solar. Pero las naves deben estar cerca de esa frontera: la Voyager 1 empezó recientemente a detectar cambios en su entorno. El flujo de partículas de alta energía procedente del espacio exterior ha empezado a aumentar y declina el flujo de partículas de energía más baja procedente del interior del Sistema Solar. Los científicos están también están pendientes de la dirección del campo magnético, que debe cambiar cuando la nave salga al espacio interestelar. Los cálculos teóricos señalan que la frontera, la heliopausa, debe estar entre 90 y 120 veces la distancia de la Tierra al Sol (unidad astronómica, UA).

¿Y después? Las dos naves continuarán viajando por el medio interestelar y tendrán energía (llevan generador de radioisótopos) hasta 2020 ó 2025. Luego, aunque inertes, continuarán desplazándose. Atrás habrán dejado el Sistema Solar y varios hitos, además de descubrimientos astronómicos de gran importancia. “Las Voyager hicieron de Júpiter y Saturno para nosotros mundos plenos y tumultuosos, y sus lunas pasaron de ser simples puntos en el cielo a lugares con características propias, además de proporcionarnos la primera visión de Urano y de Neptuno de cerca”, resume Stone.

Las Voyager fotografiaron y midieron características de los grandes planetas del Sistema Solar como no se había logrado hasta entonces (ninguna nave se ha aproximado después a Urano y Neptuno), encontraron nuevas lunas en torno a esos cuerpos, detectaron volcanes activos en algunas de ellas, descubrieron que la gran mancha roja de Júpiter es una colosal tormenta, analizaron los anillos de Saturno... La perspectiva sobre los mundos gigantes del vecindario solar cambió radicalmente con el Grand Tour espacial.

“Escuchamos a las Voyager varias veces por semana”, dice Pablo Pérez-Zapardiel, director de la estación de seguimiento de Robledo de Chavela, en Madrid, una de las tres que forman la Red de Espacio Profundo de la NASA. “Sí, se nota que está muy lejos, el nivel de la señal es muy bajo”, continúa, “y la velocidad de transmisión es muy lenta, 160 bits por segundo”. 

Comentarios