RTVV, despedida y cierre

24/08/2012

Los miembros del consejo de administración de Ràdio Televisió Valenciana (RTVV) del PP ratificaron en la madrugada de ayer el despido de 1.198 trabajadores del ente. Fue el último trámite para el puntillazo que el Gobierno valenciano quiere dar a una televisión autonómica que ha usado hasta el paroxismo como instrumento de propaganda, agencia de colocación, filón de negocio para camaradas y sistema de saqueo (por lo visto en la derivada del caso Gürtel de los contratos de la visita del Papa). Sin embargo, ahora, desacreditada, sobredimensionada, arruinada y con la Generalitat en bancarrota, para el Consell el juguete resulta insostenible y le está metiendo el hacha a fondo en el tronco.

Es evidente que la radio y la televisión autonómicas necesitan ganar agilidad para asegurar su futuro, pero no es menos cierto que su excesivo volumen es el resultado de la gestión irresponsable de los Gobiernos de Eduardo Zaplana y Francisco Camps, quienes, además de llevarlas al borde del precipicio durante 17 años, las utilizaron para su promoción personal apesebrando (a todo meter) a periodistas de la Villa y Corte de su interés que ejercían aquí de somatén mediático a cambio de cacarear en Madrid lo fantásticos eran. También es cierto que los socialistas, que la pusieron en marcha, arrimaron el ascua a su sardina tanto como pudieron, pero lo que vendría después lo reduciría a la insignificancia. En pocos años, se dobló la plantilla y los gastos en producciones externas y derechos deportivos se dispararon más allá de la capacidad del ente hasta llevarlo a la quiebra y a la deuda de 1.200 millones. Y la perversidad es que esa factura no la van a pagar quienes la han ocasionado sino los trabajadores, que son los únicos que se creían el proyecto.

RTVV nació como un instrumento esencial del autogobierno y pudo ser su máxima caja de resonancia, su órgano de difusión y maquinaria pedagógica, el vínculo común de los valencianos, su poderoso vehículo cultural. Sin embargo, el uso y abuso partidista del PP ha estigmatizado para siempre su credibilidad. Esa prioridad política y sus servidumbres han determinado que ni siquiera haya podido cumplir razonablemente con su precepto fundacional: promover el valenciano y desarrollar una industria audiovisual propia. Con este fracaso y su inminente desguace el autogobierno no solo pierde músculo, sino también capacidad.

Aunque esto es algo que no parece importarle demasiado a Alberto Fabra, quien aquí parece actuar más como un hombre de negro de Mariano Rajoy (que hubiese heredado de otros lo que ha hecho su partido) que como un presidente de la Generalitat comprometido con lo que representa. Ahora Fabra no solo tiene que apechugar con la escabechina y el desguace, sino también con la lista de reos, con las consecuencias de a quién le va a vender la chatarra y qué nuevas perversiones ideológicas se van a introducir en la pantalla al amparo de esta atrocidad semipública que se plantea como el salvavidas de los náufragos del fracaso de las TDT.

Y para empezar, huele fatal que siete trabajadores en “excedencia forzosa” se salven del ERE por esa misma peregrina razón (entre ellos, la jefa de comunicación de Fabra), cuando haber tenido una “excedencia voluntaria” te pone a los pies de los caballos. Para que luego venga el locuaz Serafín Castellano, el consejero de Gobernación, y afirme con agropecuaria pompa que “el ERE de RTVV es necesario para salir de la crisis”.

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