Marte sobre ruedas

13/08/2012

Un mundo más pequeño que la Tierra, más frío, desértico, ventoso, extremo, ni tan muerto como Mercurio o la Luna, ni tan activo como la Tierra, con agua helada en el casquete polar Sur, con poca atmósfera, con el Monte Olimpo de 26 kilómetros de altura, con dos lunas... y muchos sueños. Marte. Acaba de llegar el Curiosity, el nuevo vehículo de exploración robótica del planeta vecino, la Tierra, tras un largo viaje y un aterrizaje de vértigo, pero perfecto. ¿Y ahora qué? ¿Por dónde empezará su labor este laboratorio tan avanzado? La semana próxima tal vez empiece a rodar por el planeta rojo.

El Curiosity, el lunes pasado, con una precisión que puede parecer imposible para los profanos (ha acertado en su diana en el suelo de Marte por pocos centenares de metros tras recorrer 567 millones de kilómetros y con solo cuatro correcciones de rumbo), está en el suelo del cráter Gale (a 4,6 grados de latitud Sur y 137 grados Este), a unos cinco kilómetros de la base del monte Sharp y a unos 12 del punto donde los científicos quieren que empiece a leer el libro de historia geológica del planeta expuesto en sus rocas.

Cinco años tardó la NASA, en colaboración con 150 científicos especialistas de Marte, en decidir el destino del nuevo robot. Valoraron unos 60 sitios y seleccionaron cuatro finalistas, en 2008, que fueron estudiados a fondo para tomar la decisión, que seguramente se han convertido en los lugares mejor conocidos de todo el planeta rojo. “Los cuatro sitios habían recibido el visto bueno de los ingenieros como lugares seguros de aterrizaje para el vehículo”, puntualizan los expertos del Jet Propulsion Laboratory (JPL, en California), así que la elección fue puramente científica.

El suelo del cráter Gale, de unos 154 kilómetros de diámetro y con un borde que alcanza los dos kilómetros de altura, es un terreno bajo y tal vez contuvo agua en el pasado. Las observaciones desde los satélites indican que hay arcillas y sulfatos, así como depósitos que pudieron formarse asociados a agua líquida. También se aprecian rasgos geológicos que pueden ser materiales arrastrados por agua. El Curiosity realizará numerosos análisis químicos y está capacitado para identificar compuestos orgánicos.

Las laderas de la base del Sharp son atractivas porque allí la estratificación es una secuencia cronológica de depósitos geológicos con las claves de cómo era Marte a medida que se formaba cada capa. “El Sharp puede ofrecer una de las secuencias continuas de estratos más amplia del Sistema Solar”, explican los científicos de la NASA.

No es que el Curiosity pueda escalar al monte Sharp, que se eleva unos cinco kilómetros sobre el suelo del cráter, pero sí puede abordar algunas zonas de la base. Por algo es un todoterreno.

El objetivo de la misión es averiguar si en algún momento ese planeta fue adecuado para la vida. Las pistas imprescindibles para ello son agua líquida, ingredientes químicos y fuentes de energía. La superficie de Marte ahora es un lugar seco, frío (se estima en unos 90 grados bajo cero la temperatura del lugar donde ha aterrizado el Curiosity) y sometido a alta radiación ultravioleta al tener una atmósfera tan tenue que apenas sirve de protección. Pero tal vez en el pasado no fue tan inhóspito e incluso no se puede descartar totalmente que alguna forma microbiana pudiera sobrevivir en el presente en el subsuelo, si hubiera agua y bajo una capa de terreno como escudo contra la radiación.

Pero el Curiosity no va a buscar marcianos, sino a ver si pudieron existir y, en todo caso, a comenzar a allanar el camino para ir a buscar vida allí en otras misiones futuras. El cráter Gale, dicen los científicos, es un buen sitio para investigar.

Además, con vida o sin ella, hay premio seguro en forma de investigación del clima, los minerales y la geología. La comparación científica entre el pasado de la Tierra y el de Marte es útil para conocer mejor el primero. “La historia de los cambios medioambientales en un mundo similar a la Tierra pero que no tuviera vida sería valioso para comprender la interacción precisamente entre la vida y el entorno en la Tierra”, señala la NASA.

Los responsables del Curiosity no han dicho aún cuándo se dirigirá el robot hacia la base del Sharp y han advertido que en la ruta puede haber tramos difíciles como dunas de arena o fracturas del terreno.

Ni siquiera han dado una fecha para que las ruedas del vehículo empiecen a rodar por Marte, pero puede ser dentro de pocos días. Antes, los ingenieros tienen que completar la fase, que empezó inmediatamente tras el aterrizaje, de activación y verificación de los sistemas e instrumentos científicos. Ayer mismo comenzaron la imprescindible operación de enviarle al ordenador principal y al de reserva el software de operación en el suelo de Marte, incluido el necesario para manejo del brazo articulado y de la perforadora que lleva, así como el de las cámaras con las que podrá identificar obstáculos durante la marcha. La transferencia de software se completará mañana lunes.

“Un teléfono móvil tiene más velocidad y capacidad de almacenamiento de datos que el Curiosity, pero un móvil no puede viajar a Marte”, dijo el viernes pasado Ben Cichy, ingeniero jefe de software de la misión. Pero los expertos compensan las bajas prestaciones informáticas del hardware al irle cambiando el software en las diferentes fases de la misión.

Con un programa de trabajo apretado también las espectaculares imágenes que todo el mundo espera se están haciendo de rogar. Pero no hay prisa: el Curiosity está preparado para explorar Marte durante al menos dos años terrestres. Si todo funciona tan bien como durante esta primera semana en el suelo del planeta rojo, el laboratorio rodante familiarizará a los terrícolas con el cráter Gale y empezará a dar mucho que hablar dentro de poco.

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