Latinoamérica le pone un bien a su escuela pero espera mucho más

7/09/2012

“Hay una consciencia como yo no había visto nunca [en Latinoamérica] sobre la importancia de la educación”. Esa idea está en los Gobiernos, dijo ayer el secretario general Iberoamericano, Enrique Iglesias, pero también en una ciudadanía que se compone ya casi en un 50% de una clase media con exigencias crecientes, entre otras, “la calidad de la educación y la equidad en el acceso a esa calidad”, añadió en la conferencia de ministros de Educación de toda la región que se ha celebrado estos días en Salamanca (España).

Y las exigencias van acompañadas de grandes expectativas. Uno de los principales resultados de la encuesta a 22.000 personas de 18 países de la región presentada ayer por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) es que el 51,5% de los latinoamericanos considera que la educación pública de la región será mejor dentro de 10 años, otro 30,2% cree que será igual y otro 10,4%, peor (el resto no sabe o no contesta).

¿Y cuál es el punto de partida? Según la encuesta, hecha en 2011, le ponen a la escuela pública casi un bien, un 5,8 sobre 10 (a la privada, un 6,57), con importantes variaciones: desde el 3,93 de Chile o el 4,5 de República Dominicana, hasta el notable en Nicaragua (7,01).

En general, los latinoamericanos valoran sobre todo la formación profesional (acerca sobre su impulso han hablado los ministros), y apoyan a sus docentes: más del 70% considera bueno o muy bueno su nivel de conocimientos y su capacidad para enseñar a los estudiantes, con Chile, Perú y Honduras, en la parte más baja de la confianza. En algunos países, como Perú Chile y Honduras, en torno a un 40% se queja de su absentismo.

Las grandes diferencias entre países no sorprenderán a casi nadie cuando se habla de una las regiones más desigualdades del planeta. “En las recientes décadas, los sistemas educativos de América Latina y el Caribe se han ampliado para recibir a una enorme mayoría de niños, niñas y adolescentes”, sin embargo, 22,1 millones de chavales en edad escolar estaban en 2009 excluidos del sistema o en grave riesgo de exclusión (de ellos, 5,1 millones de niños en edad escolar no asiste a la escuela), según el reciente trabajo de Unicef titulado Completar la escuela. Un derecho para crecer, un deber para compartir.

Lo que quizá sí sorprenda es que los países centroamericanos pongan mejor nota (6,08) a su escuela, cuando esta claramente tiene mucho más camino que recorrer que en Sudamérica (por ejemplo, tienen tasas menores de escolarización infantil y mayores de analfabetismo).

“Cuanto más progresa el sistema educativo de un país, mayores son las expectativas que se generan sobre él y mayor es la insatisfacción”, aseguraba hace algunos años en este periódico el asesor principal de educación del Banco Mundial Juan Manuel Moreno, en referencia a casi crónico desencanto que despierta su escuela a los españoles a pesar de los espectaculares avances conseguidos en los últimos 30 años.

Esto casa con los datos que recoge la encuesta sobre las diferentes percepciones de Centroamérica y Sudamérica. El 42,7% de los sudamericanos cree que la educación pública es mejor que hace 10 años (en Centroamérica esa cifra es del 40,2%); y, sin embargo, como ya no es suficiente, le ponen peor nota (5,6 frente a 6). A la vez que depositan en ella más esperanza: un 55% cree que será mejor dentro de una década frente al 44,8% de centroamericanos.

Asimismo, de las dos medidas que más proponen para avanzar tanto unos como otros —mejorar las instalaciones (45%) y la formación docente (41%)—, los centroamericanos se inclinan por la primera (53%), algo propio de sistemas algo más retrasados, mientras que los sudamericanos insisten más en la formación (44%).

En todo caso, estos resultados, ese optimismo general y esas expectativas meten una presión a los poderes públicos que puede ser buena para la mejora del sistema, explicó ayer el secretario general de la OEI, Álvaro Marchesi, que aseguró renueva el apoyo de los países al proyecto de Metas Educativas 2021, una ambiciosa iniciativa conjunta que pretende para movilizar una década los 104.000 millones de dólares (alrededor de 78.000 millones de euros) que hacen falta para poner la educación latinoamericana a la par con los países avanzados.

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