El mapa de las multas de velocidad

20/08/2012

Es la sagrada guía para muchos conductores. Saber en qué lugar exacto está colocado un radar para evitar que un exceso de velocidad se traduzca en una multa y posible retirada de puntos del permiso de conducir es una información muy apreciada por los amantes del motor. Automovilistas Europeos Asociados (AEA), una asociación de defensa de conductores, ha elaborado una lista con los 25 radares que más multan de toda España a partir de una muestra, tomada entre sus miembros, de 5.000 denuncias formuladas por la Guardia Civil, la Ertzaintza y los Mossos d’Esquadra durante los últimos seis meses.

Se reparten entre seis comunidades. Madrid acumula cuatro: en la A-1 (kilómetro 22,1, dirección Burgos), la A-2 (kilómetro 15, dirección Zaragoza), la A-4 (kilómetro 13,3, dirección Madrid) y la M-40 (en el kilómetro 52,8, dirección A Coruña). Según los datos de AEA, cuatro provincias tienen, cada una, dos de los cinemómetros que más sancionan: Toledo (A-4, en el kilómetro 67,6, en dirección Toledo; y en el kilómetro 40,4, en dirección Madrid), A Coruña (FE-14, en el kilómetro 4,2 hacia Fene; y en la N-634, en el kilómetro 695,3, en sentido A Coruña), Lugo (A-6, en el kilómetro 470, en dirección A Coruña; y en el kilómetro 529,6, en dirección Madrid) y Vizcaya (AP-68, en los kilómetros 0,2 y 7,4 en sentido Bilbao). Cataluña y Castilla y León completan el mapa.

Que los radares vizcaínos figuren en esta lista demuestra que las carreteras de peaje tampoco se salvan, a pesar de la creencia de que en estas vías existe más libertad para acelerar. Además de los de País Vasco, hay un tercero que se encuentra entre los radares que más infractores detectan: en la AP-2 (Lleida), en el kilómetro 164,9, en sentido Barcelona.

En cuanto a los radares de tramo —dispositivos que controlan la velocidad media de los vehículos en un determinado recorrido— de los nueve activos en la Península, solo uno, situado en la N-I, entre los kilómetros 421,1 y 440,1 (Gipuzkoa) figura en la lista de los 25 que más multan.

“Hemos sido pioneros en la elaboración de un mapa de radares desde 1992 porque no estábamos de acuerdo con que estuvieran escondidos”, afirma Mario Arnaldo, presidente de AEA. Para Arnaldo, los radares son mucho más efectivos cuando se conoce su situación, porque, según estima, “el mayor éxito es que no se tengan que formular denuncias por exceso de velocidad, ya que así se evitan situaciones de riesgo”.

La Dirección General de Tráfico (DGT) no discrepa de este argumento y publica en su web la ubicación de los radares fijos de su competencia, unos 550, todos menos los de Cataluña (240) y País Vasco (60), que también son transparentes en la ubicación de los cinemómetros. Todos los dispositivos están señalizados. “Si alguien levanta el pie cuando ve un radar no importa, porque el objetivo no es recaudar más sino que se corra menos”, comenta un experto en seguridad vial.

Conocer dónde están instalados los alrededor de 850 radares que vigilan las carreteras españolas no significa disponer de la información completa. La Guardia Civil también emplea unos 250 radares móviles, dispositivos camuflados en vehículos, que, por definición, varían su ubicación y ejercen un efecto disuasorio en aquellos conductores tentados de exceder los límites de velocidad donde no hay dispositivos de control.

La mayor polémica no es, sin embargo, la existencia de radares, sino su ubicación. Los clubes de automovilistas apuestan por colocarlos en “puntos negros” y lugares donde la “velocidad sea un factor de riesgo” y protestan porque la mayoría estén situados en vías de alta capacidad. En realidad, alrededor del 50% de radares están instalados en autopistas y autovías y el otro 50% en vías convencionales. Sin embargo, mientras que las primeras suman unos 15.000 kilómetros, hay construidos 150.000 kilómetros de carreteras secundarias.

Para la directora de Tráfico, María Seguí, el hecho de que una vía sea segura no significa que no deba ser vigilada. “Los radares están para gestionar la velocidad en dos variantes. La primera, donde es un factor de riesgo, y, la segunda, para controlar y homogeneizar la velocidad del flujo del tráfico en las diferentes vías”, explica Seguí. Según la responsable de Tráfico, “si en las carreteras seguras algunos vehículos corren más de lo debido interfieren con otros” y pueden crear peligro.

Por eso, Seguí, como sus antecesores en el cargo, niega el afán recaudatorio que las asociaciones de defensa de conductores atribuyen a la DGT: “No queremos emitir una imagen de poner radares para pillar a los automovilistas”. Desde 2010, récord en recaudación por multas con 431,98 millones de euros —es la cifra prevista en los Presupuestos Generales del Estado, porque Tráfico oculta la real—, Tráfico ha reducido sus cálculos a 409 millones en 2011 y 2012. Los expertos debaten si es la crisis o la mayor educación vial el motivo de ese descenso.

Pese a las quejas de los conductores, los cinemómetros han demostrado su eficacia. Desde la puesta en marcha del Plan de Radares de 2005, la velocidad media ha descendido de 116,7 kilómetros por hora a 110,05, según los datos de 2010. Y son especialmente efectivos los radares de tramo. Durante el primer año de funcionamiento del de Guadarrama, el pionero en España, el porcentaje de vehículos que excedía la velocidad máxima cayó del 11,7% al 4%.

 

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