Acabada la cena y ya en una sala de reuniones que les facilitó el hotel de Kiev, se encontraron alrededor de una mesa y varios folios durante una hora. Costumbre exigida por el seleccionador Vicente del Bosque, que agrupa a sus preparadores —Toni Grande, José Manuel Ochotorena y Javier Miñano; junto al jefe de los ojeadores— la noche antes del partido. La palabra la tomó Francisco Jiménez (El Barraco, Ávila; 1947), que descifró al rival, Italia. Sería el último informe de Paco, como se le conoce. Meses antes, un susto con el estómago y la llegada de su nieto le decidió a jubilarse. “¿A este lo frenaremos? ¿Cómo ataca este? ¿Qué piensas de esta estrategia?”, le insistía Del Bosque. “Se sacudía los nervios”, aclara Paco. Tocaba la final de la Eurocopa.
Entregada su vida al balón, primero como futbolista —“soy el eterno cedido del Madrid porque no llegué a debutar en el primer equipo, pero me llevaron a infinidad de clubes”— y después como técnico de la cantera blanca, a Paco le cambió la vida cuando Del Bosque, entonces director de las categorías inferiores, le ascendió junto a Fabio Capello. “A mí siempre me gustó entrenar a los niños”, cuenta, “pero desde el primer día que me ascendieron, trabajé como preparador y como ojeador”. Y ahí se quedó cuando Del Bosque llegó al primer equipo. “A Vicente no le gustan mucho las estadísticas. Quiere que le expliques cómo juega el rival”, desvela. Y, precisamente sobre Italia, el día de la final, hizo el informe más corto de su carrera. “Seis folios cuando normalmente son 30; nos conocíamos de sobra...”, dice.
El día de la final no estaba para jugar a la pocha con su amigo Casillas, a quien entrenó en cadetes. Desayuno, charla del míster, paseo, comida y “una siesta que es todo menos siesta porque no cierras ojo”, conviene. Merienda, la guasa del día —“corrió por los móviles una foto con el musculoso cuerpo de Balotelli y la cabeza de Del Bosque”—, otra charla y al autobús, camino del estadio. “No habló nadie de lo concentrados que iban”, señala. La jarana comenzaría en el vestuario, cuando Ramos le dio al play. “Esa música que Vicente define como ‘la que no hay quien la aguante’ por lo fuerte que la ponen”, aclara.
Antes del duelo, Del Bosque se quedó solo en la caseta y Paco miró, defecto profesional, cómo se ejercitaba Italia. “La verdad es que echaré de menos mirar partidos porque es mi hobby”, explica, “pero descansaré de tanto viaje. Antes de la final, por ejemplo y en apenas cuatro días, fui a Suiza, Rumanía y Hungría para ver amistosos de los rivales. Son muchos años detrás de una pelota”. Su casa de Torre de la Horadada (Murcia), donde veranea desde hace 17 años, lo atestigua: hay fotos de la selección, del Madrid, una réplica de la Copa del Mundo, camisetas de España... Entonces, risueña, interviene su mujer, Pilar: “¡No me creí que se retiraba hasta que lo vi en los periódicos!”.
Paco, en cualquier caso, pocas veces disfrutó tanto de un partido como el de la final. “Fuimos muy superiores, pudimos marcar más goles”, analiza. Silva, Alba, Torres y Mata aliñaron la victoria. Paco, por entonces, ya estaba en el césped para festejar. Y no faltó lo que ya es una tradición entre él y Toni Grande. “¡Vaya culito que tenemos!”, le dice uno, recordando que participaron en tres Copas de Europa del Madrid (1998, 2000 y 2002). “Y seguimos con un culito…”, responde el otro, consciente de lo logrado con la selección. Del Bosque, entonces, siempre suelta su frase: “Hemos tenido suerte”.
La fiesta se alargó en el hotel, cerca de la sala donde se reunieron la noche anterior. Aunque Paco tuvo tiempo para leer los cientos de mensajes de móvil, todos con una misiva similar: “Prohibido retirarse”. Pero la extensión del contrato de la federación que sí firmaron los otros cuatro, sigue sin su rúbrica y así se quedará. Lo aclara: “Tengo Ligas, Copas de Europa, un Mundial y ahora la Eurocopa. No puedo pedir más”.